lunes, septiembre 18, 2006

EL METAZTECA (1).

“Que nos lleve la chingada, pero que a mí ni me toque. Que nos lleve la chingada de poco a poco, lento, las cosas de palacio van despacio. Que nos lleve la chingada, que acabe con todo, que muera el hambre por su propia hambre, que muera el tecnócrata que teje con hilos acero el corazón de México. Que nos lleve la chingada y nos deje sin pan, sin leche, que nos deje hasta en los huesos la puta chingada.
Que nos lleve la chingada Niño Dios, que nos lleve Jesusito lindo, que nos lleve la Guadalupana y la del Rocío que nos lleve, pero que lo haga pronto porque este país, esta tierra, no aguanta tanta puta chingadera.”

Terminé de leer mi ponencia poética sobre el presente de México y de entre los oyentes, se me acercó un periodista.

-Es usted un irrespetuoso, que lo sepa...

Empezamos bien, ¡un mexicano que me pierde el respeto, vaya novedad!

-...¿No le da vergüenza hablar así del país que le acogió por tantos años?- prosiguió con su cara de axolote frito.
-Mi amor por México -agregué sincero-, es tan grande que prefiero que me lleve la chingada a seguir así un día más-.
-Deberían extraditarlo, ¡pinche gachupas! –cayeron sus babas sobre mi mesa.

Se volteó indignado y en reniego se fue mientras apartaba con manitas de puerco a sus compañeros. Juro que vi la cola del anfibio de Xochimilco abultándole el coxis. El pobre hombre no había entendido nada.
Se me acercó otro periodista, pero éste con sonrisa de luna creciente y ladeada. De inmediato, me produjo un escalofrío en el estómago. A este oído que oyó tantas cosas en su vida, le dijo susurrante aquel tipo raro.

-Bienaventurados los suicidas, porque de ellos será la no vida-.

Apartó un palmo su boca con olor a tacos al pastor de mi oído y frente a frente, me miró de arriba abajo como si un servidor fuera cecina seca y en venta en mercado provinciano.

-¿Quiere que le enseñe el suicidio metazteca? Venga mañana a esta dirección-.

Alargó su mano tatuada con los símbolos de Pakal el Grande, antiguo gobernante del estado maya B’aakal quien fue elevado a la categoría de Dios durante muchos años. Alargó su mano y me dio una tarjeta en forma de estrella.

¿Qué era un metazteca y cuál su forma de suicidio? ¿Un periodista con símbolos mayas en las manos? Algo no estaba claro puesto que los aztecas y los mayas siempre fueron enemigos naturales. Decidí ir cuanto antes a la dirección que en impresión dorada sobre color púrpura marcaba el rumbo hacia un lugar llamado Casa Atzlán, en el centro de la ciudad.

LEÓN HURTADO.