sábado, septiembre 09, 2006

HASTA LOS COJONES


Nadie habla de la decadencia del sexo en la vejez y los que lo hacen, auguran las mieles de la sabiduría en pos de la libido perdida. Mentira. La libido nos hace humanos y la falta de ella, meros angelitos arrugados. Uvas pasas con alas de mosquito. Saltimbanquis en silla de ruedas. Viejos cetrinos, mortecinos, grises como amebas y nunca verdes pese a los tópicos.

Luís Buñuel, más hermano mayor que amigo, me dijo hace mil años durante una tarde lluviosa de septiembre en el café Jakemir de la calle Isabel la Católica, que cambiaría su libido por pulmones frescos e hígado sano. Lo entiendo, las mujeres latinoamericanas siempre tuvieron un defecto: la pérdida del deseo sexual una vez aposentadas en la rutina amatoria; cuestión de herencia española, lo puedo asegurar.

¿Para qué mentir a mi edad? Las mujeres nunca me dieron el placer que yo estaba dispuesto a darles. Y no lo entiendo si me quedo en la epidermis del asunto, pues nunca estuve de mal ver. Ahora con los años otro gallo canta, sobre todo a las doce y en noche buena, porque del otro canto –el de las sirenas carnales-, mejor ni hablemos.

A veces imagino que divido por tres mi edad y vuelvo a mis veintisiete ¿y qué veo? Veo amor, veo vida y también veo deseos sexuales insatisfechos. ¿Por qué los hombres, los machos, somos tan cobardes? ¿Por qué teniendo cojones, poseyendo a Dios entre las piernas, castramos nuestra divinidad? Eso nunca les pasó a los maricones. Muchas veces pensé que si hubiese tenido una vida homosexual, la felicidad de la carne no me habría salido tan cara.

Los mayores placeres de mi falo, los cociné con la receta de Onán.

Esta noche llevé a una mujer que me gusta mucho a mi cama. No quiso acostarse conmigo. No por la edad sino por su cansancio. Si por mi cuerpo la testosterona no fluyera aún, la entendería.

Natividad, esta noche me obligaste a suicidarme con literatura.
¿Te parece eso bonito cuando quería encontrar poemas nuevos entre tus pechos?

Tranquila, cuando seas hombre entenderás de qué hablo.

LEÓN HURTADO.